miércoles, 16 de marzo de 2011

Todos debiéramos tener hijos

En días pasados, por cuestiones de mi carácter civil, asistí al pediatra, que cosa más interesante digno de un programa de NatGeo o cuando menos de un estudio antropológico, ahí tenemos a los padres orgullos del crío que avanza en su desarrollo físico y mental, los abuelos orgullos  porque la estirpe perdurara y no dejan de cuidar detalle del infante, que si la cobija por el frio, que si los zapatitos, que si ya tiene hambre, por supuesto los comentarios en cuanto a la genética no se hacen esperar… “Es que su papá era igual de friolento” o “su mama nunca se dejaba los zapatitos puestos”.
Bueno, y a que viene todo esto, pues me di cuenta que nosotros cambiamos totalmente nuestra forma de ser y de actuar ante la presencia de los niños, más aún, cuando estos son de nuestros clan o de nuestra manada, nadie me puede negar que la risa de un niño, te cambia el mal humor en cuestión de instantes y te desarma de cualquier animo belicoso, así como tampoco nadie puede huir de tocar y acariciar la tersa piel de un bebe, que te hace pensar que si los ángeles existieran y los pudieras tocar tendrían esa misma suavidad.
Así que por qué esperar a tener un bebe cerca, para poder sacar los mejores sentimientos humanos que tenemos, sí ese estado emocional lo podemos tener siempre, nuestra familia, el país y el mundo serían estupendos, todos profesándonos muestras de cariño, cuidando en todo momento nuestros actos y lenguaje, para que nuestros menores no aprendan esas malas mañas.
Fíjate por un momento en la T.V., el cine, una revista y confirmaras que los anuncios o comerciales más emotivos, los más sinceros o tal vez los menos engañosos, son precisamente donde aparecen niños.
Alguna vez has considerado pasar un día completo sin decir mentiras, maldiciones, insultar, ofender o agredir; alguna vez te has propuesto salir a la calle con una sonrisa, saludando a todos los que te vean y tomando las cosas con más alegría, tal como lo haría un niño.

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